Lzy, 4 de septiembre de 2008
Querida Claudia:
Es abril del año 2006. Ya tengo un trabajo estable y mi vida está aproximadamente encarrilada de nuevo. Desde el descarrilamiento de septiembre de 2003 es la primera vez que percibo una cierta estabilidad.
Por aquella época me había apuntado a Match.com, el portal de encuentros entre chicos y chicas. Llevaba inscrito como cosa de 2 meses y había tenido ya alguna que otra cita con mujeres transparentes. Quiero decir con el término “transparente” que eran mujeres que no me hacían ver nada especial. Para ser justo con ellas, estoy bastante seguro que ellas tampoco veían nada en mí. He de especificar que de cada 100 invitaciones a mantener correspondencia que hacía, apenas era respondido por 3 ó 4. Ahí pude comprobar estadísticamente mi nivel de éxito con las mujeres. Decepcionante, sin duda.
Un día escribí un mensaje a una chica y me respondió. Hablamos por el Messenger un rato y quedamos para esa misma tarde. Era un viernes de abril de 2006. Me dijo que vivía en Pozuelo de Alarcón, relativamente cerca de mi casa (apenas 10 ó 15 minutos en coche). Fui a buscarla. Esta chica sí era especial. Era brasileña y se llamaba (y se sigue llamando así) Lane Ramos Da Silva. El color de su piel era oscuro, su cabello largo hasta la cintura y estaba muy bien proporcionada físicamente pese a su pequeña estatura que apenas llegaría al metro sesenta.
Vivía en un aparta-hotel en la Vía de las Dos Castillas. Era pequeño pero lujoso. No le pregunté a qué se dedicaba, no soy curioso y estaba seguro que lo averiguaría con el tiempo. Ella apenas hablaba castellano porque llevaba muy poco tiempo en España, pero nos entendíamos lo suficiente como para mantener agradables conversaciones. Desde el principio fue dulce y cariñosa conmigo, algo a lo que estoy poco acostumbrado. Esa misma tarde fuimos al cine, a ver una comedia. Curiosamente yo me perdía en algunas partes del argumento pero ella, lista como una ardilla colorada, me lo explicaba y yo volvía a coger el hilo. Al salir del cine ella necesitaba cambiar dinero, me dijo, y sacó un billete de 500 euros. Entré en el Alcampo del centro comercial donde estábamos (La Vaguada), y me lo cambiaron sin problemas. Ahí empecé también a percibir que estaba tratando con una chica de alto poder adquisitivo.
Luego fuimos a una discoteca llamada Lolita´s, situada en el Paseo de la Castellana a la altura del 150. Tomamos algo, hablamos, bailamos un poco y observé cómo todos los hombres la miraban. Era terriblemente atractiva. Después me invitó a acompañarla a su casa y allí hicimos el amor por primera vez.
Mantuvimos una relación llamémosle sentimental durante un tiempo de unos dos meses, al cabo de los cuales, un día me dijo que no me podía explicar el motivo, pero teníamos que dejarlo. Estaba, dijo, muy enamorada de mí y le dolía mucho, pero era lo mejor para mí. Todo esto lo dijo llorando desconsoladamente. A mí no me afectó demasiado puesto que yo no estaba enamorado de ella, pese a ser una chica especial, sin duda la más especial que había pasado por mi vida hasta entonces.
La dejé llorando en su casa después de darle un cariñoso beso de despedida y me marché sin remordimientos, tranquilo.
Dejé de tener noticias suyas durante aproximadamente un mes, al cabo del cual contactó conmigo por el Messenger y me pidió que fuera a verla a su casa. Así lo hice. La encontré tirada en la cama, con un montón de frascos de medicamentos abiertos por el suelo y vacíos. Se los había tomado todos. Ni me preocupé en leer los prospectos. Simplemente los cogí y decidí llevarla al Hospital de Puerta de Hierro, el más cercano que había. Le hicieron un lavado de estómago. Llamé a un tal Jose, de la agenda del teléfono de Lane, quien era su “protector” en España. Jose es un empresario de las telecomunicaciones y es socio-propietario de una empresa denominada Video-Report. Jose llegó enseguida al hospital y me agradeció todo lo que había hecho por Lane. Ella le había hablado mucho de mí y, aunque no me conocía personalmente sabía que era una buena persona. Les dejé en el hospital y regresé a mi casa.
Al cabo de unos días Jose llamó a mi móvil para darme las gracias de nuevo. Me explicó que Lane era su amante (él estaba casado) y que estaba terriblemente enamorado de ella. Tengo que suponer que Jose no sabía nada de nuestra relación, pero me caben serias dudas al respecto. A partir de ahí retomé la relación con Lane, y también con Jose, con quien suelo comer periódicamente, cada dos o tres meses más o menos. El hecho de retomar la relación con Lane no implica que me siguiera acostando con ella. Todo lo contrario. Nos hicimos muy amigos y salíamos juntos a cenar o a bailar a las discos. Ella era un ser muy alegre y extrovertido, todo lo contrario a mí, con lo cual encajábamos perfectamente. Pero nunca más volvió a haber sexo entre nosotros.
Lane realizaba viajes periódicos a su ciudad natal, Salvador de Bahía, los cuales duraban dos o tres meses, al cabo de los cuales siempre volvía a Madrid y me llamaba.
Y así ha sido hasta la fecha. Lane es mi muy mejor amiga, diría que es como mi hermana. La última vez que la vi fue a principios de agosto, fecha en la que hizo un fugaz viaje a España para estar con Jose. Estuve cenando con ellos después de recogerlos en el aeropuerto. A los dos días, Lane vino a cenar a mi casa, con mi madre, a quien conoce pues también estuvo cenando en mi casa en la última Nochevieja.
Podría contarte un montón de historias con Lane, conociendo gente por la noche, con todos los tíos intentando ligar con ella, pero no viene al caso.
La conclusión de esta historia es que se puede conocer gente especial del modo más inesperado, gente que deja huella en tu vida, gente querida.
Lane es mi muy mejor amiga.
Un beso, Claudia
Oscar